Sé que últimamente lo estás pasando un poco mal. Lo comprendo, es difícil sentirse bien cuando te atacan desde tantos frentes y de forma tan dura.
Tú, que llevas toda la vida siendo el puto master del universo, no entiendes por qué de repente te discriminan y te quitan la posibilidad de sentirte ampliamente representado en la escena cultural.
Has crecido leyendo a tus superhéroes favoritos. De niño, te disfrazabas de Superman o de Spiderman. De adolescente, jugabas al Duke Nukem y te partías la caja cuando una señorita meneaba las tetas frente a tu pantalla. De adulto, vas a ver pelis de acción en las que los héroes salvan el mundo y se llevan a la chica.
Pero de pronto has visto que muchos de los cómics que lees están protagonizados por superheroínas. Caes en la cuenta de que cada vez más ves a muchas chicas en las tiendas de cómics y hasta te las encuentras jugando online. Y ya no digamos en las salas de cine: ya no se estila eso de arrastrar a la novia a ver una peli de supers, ¡ahora son ellas las que quieren ir por voluntad propia! ¿Pero esto qué es?
Tú, que sonríes cuando ves a un crío con una camiseta de Batman pero te entran escalofríos cada vez que lees el tuit de una chica hablando de Logan, no entiendes lo que ocurre a tu alrededor.
No entiendes que la gente esté tan entusiasmada porque exista un blockbuster llamado Wonder Woman, dirigido por una mujer, que ha cosechado más éxito que el supuesto plato fuerte de Warner/DC protagonizado por sus dos grandes personajes franquicia.
No entiendes que de repente haya tantas niñas que quieran ser caballeros jedi y se hagan el mismo peinado que Rey.
No entiendes que a muchas nos haya dolido en el alma la cancelación de Agente Carter.
No lo entiendes por la sencilla razón de que el mundo en el que vives, desde que naciste, está hecho a tu medida. Cine, cómics, literatura, televisión: todo está hecho por y para el varón blanco heterosexual™.
Exagerada, estarás pensando. Hay muchos actores y personajes de ficción negros, asiáticos, latinos, gais… Anda ya, no inventes, mujer…
Te diré una cosa: por cada personaje de ficción protagonista negro, hay al menos media docena blancos. No digamos ya asiáticos o latinos. ¿LGBT? Los cuento con los dedos de una mano. ¿Mujeres? Espera, que me da la risa…
Has nacido en una sociedad que sigue enseñando a sus hijos que los niños pueden soñar con ser el piloto de la TARDIS, pero las niñas solo pueden aspirar a ser la companion.
Y es por eso que tu ego magullado lleva desde hace dos días gritando y llorando de rabia porque el Doctor, ese icono de la cultura pop británica y cienciaficcionera, ahora sea -glups- UNA CHICA.
Madre mía. El acabóse. Ya está, por ahí sí que no paso. Porque todo el mundo sabe que el Doctor es un SEÑOR™. Un SEÑOR™ blanco. Un SEÑOR™ que no es humano, tiene dos corazones y tres cerebros, que ha sido interpretado por 13 actores diferentes (John Hurt también cuenta, acabáramos), y que pertenece a una raza que cada vez que se regenera, lo hace en modo aleatorio o cambia de género a placer. Puedo aceptar a un SEÑOR™ del Tiempo sin cabeza o con aspecto de perro sin nariz, por supuesto. ¿Pero una Señora del Tiempo? ¿Es que estamos locos?
Y ahora, estimado varón blanco heterosexual™, te entran los siete males. Porque en tu cabeza, estaba escrito en piedra que el Doctor debe ser un SEÑOR™. Porque se escribió así en su origen (ya, claro, en los 60). Porque cada nuevo Doctor siempre ha sido un hombre (aunque ignoras que en los 80 ya hubo pioneros que sugirieron poner a una mujer en el papel). Porque tú de pequeño soñabas con ser el Doctor. Porque has visto que ser fan de la serie puede llevarte lejos: puedes acabar siendo el Doctor algún día, como David Tennant o Peter Capaldi, porque te identificas con el personaje como hicieron ellos, y soñar es gratis.
Pero yo ahora te propongo un pequeño reto: imagina que eres una niña que ha crecido viendo la serie. Venga, que no es tan complicado. Va, yo te ayudo..
Eres una niña que ha crecido disfrutando de la ciencia ficción durante toda su vida. Un día viste a un tipo con pinta de loco que se metía en una caja azul y se dedicaba a viajar por el tiempo y el espacio salvando planetas y haciendo cosas muy chulas. Y te enamoraste de la serie. Y quisiste ser el Doctor. Pero el Doctor siempre tenía un cuerpo de hombre. Era imposible identificarte con él. Podías admirar al personaje, quererle, odiarle, pero sabías que nunca podrías llegar a SER el Doctor. Porque el Doctor, amiga mía, es un SEÑOR™. Tú, como mucho, podías aspirar a acompañar al Doctor. Pero sólo acompañarle. Que no se te ocurran ideas raras, como intentar parecerte a él. No, eso sí que no, que la serie se llama Doctor Who, no Clara Who ni Pepita Who. La companion no puede tener más protagonismo que el SEÑOR™ del Tiempo, acabáramos…
¿Pero sabes qué? Que no eres la única que se siente frustrada por tener tan pocos modelos e ídolos femeninos. Así que tu voz se une a las de muchas más que se sienten igual que tú. Y la sociedad no puede ignorarlo. Y una serie que lleva en antena más de cincuenta años tampoco.
Así que durante varias temporadas te han ido preparando el terreno. Ya en la época de Eccleston te dejaban caer que una regeneración puede ser tan aleatoria que acabes por no tener forma humana. El 11º Doctor pensó durante un instante que se había regenerado en una chica, y nos deleitó con la historia del Corsario, ese Señor del Tiempo que cambiaba a placer de un género a otro sólo porque sí. Al 12º Doctor le molaba la idea de ser la reina de Gallifrey y ha admitido haber sido en algún momento de su vida una Virgen Vestal. El Amo, el archienemigo del Doctor, se regeneró en una mujer sin perder un ápice de su personalidad y villanía (aunque algunos varones blancos heterosexuales™ hayan decidido que NO ES el Amo. Hombre, por favor, que es una tía…)
Terreno abonado para que el sustituto de Capaldi fuese una actriz y no el enésimo hombre blanco de entre treinta y cincuenta años más o menos majete. Era ahora o nunca, y por fortuna ha sido ahora.
Aunque les pese a los varones blancos heterosexuales™, que han decidido en masa dejar de ver la serie. Bueno, no, en masa no, que hay muchos que andan diciendo que van a seguir viéndola porque ahora, por fin, el Doctor les parece follable. Lo cual no sé si me parece más patético o más asqueroso que el que se bajen del carro…
Porque a partir de ahora, las niñas que crezcan viendo la serie podrán soñar con ser el Doctor. Y quizá, en un futuro próximo, una de esas niñas hará carrera como actriz y seguirá los pasos de su ídolo y conseguirá cumplir su sueño. Como ya hicieron Tennant o Capaldi. Que no lo tuvieron fácil, pero sí un poquito más fácil que cualquier niña que fuera fan de la serie.
Así que, estimado varón blanco heterosexual™, permite que te de un consejo: deja de lloriquear y acéptalo. Doctor Who es una serie basada en el cambio, y esto, sencillamente, es uno más. Recuerda que nunca estuvo pensado que Troughton sustituyera a Hartnell. Pero se hizo, y aquí estamos, cincuenta y cuatro años después. Fue un cambio muy grande, pero acertado, que sentó las bases de lo que es hoy la serie. Si no puedes aceptar que haya grandes cambios, es que a lo mejor no eres tan whovian como te crees. Se dice que nunca hay que juzgar a un libro por su cubierta, así que no lo hagas ahora. Dale una oportunidad a esta actriz y a su Doctora. Abre tu mente. Antes de despotricar, mira a ver si el personaje te gusta. Oye, a lo mejor resulta que el 13º Doctor es una chufa y acabamos todos deseando que la sustituya el enésimo actor caucásico treintañero, pero es que no la hemos visto todavía en acción. A mí me enseñaron a no opinar sin saber, no sé a ti…
Y si con todo y con eso, sigues pensando en bajarte del carro, adelante. Chao pescao, no mires atrás, no hagas hate-watching y mantente alejado de las redes sociales. No queremos más basura misógina en nuestros TL, que algunas ya tenemos bastante a diario, gracias.
Ah, y si estás pensando en dedicarte a plagar twitter de chistes sobre mujeres conductoras, te recuerdo que el SEÑOR™ del Tiempo que tanto admiras lleva la friolera de cinco décadas aparcando con el culo y pilotando con el freno de mano puesto.
De nada.